lunes, 4 de diciembre de 2006

MITIN EN EL CENTRO DE LIMA: FIESTA Y DESORDEN

Tercera cuadra de la Av. Arequipa Son las 19:25 horas: El tránsito está detenido y la línea 73B esta repleta de pasajeros que entre el hedor y el cansancio de haber trabajado lamentan el embotellamiento.

Los más serenos de carácter soportan estoicamente, aun que con un rostro desaprobador, el hacinamiento y el calor de una manera estoica y hasta valiente. Los más duros se desesperan y reclaman al conductor y al cobrador que es de pocas pulgas. Pronto se dan cuenta que algo sucede a pocas cuadras.

Hay una coaster repleta de gente que está a escasos metros de nuestro bus. Sus ocupantes suenan pitos de manera cadenciosa, tienen serpentina y globos en el cuello y manos, y sus vivas de alegría ganan por momentos a la bulla de los claxon. Entre cientos de autos, buses, taxis y combis dan un pequeño indicio de lo que sucede en los alrededores: tres mítines de cierre de campaña.

–Permiso, por favor, digo mientras me abro paso entre una selva de pasajeros. Y el aire es irrespirable y se vuelve casi un grito estridente que lastima mis sentidos.
–Yo también voy a bajar me contesta secamente un testarudo pasajero, y no me deja avanzar hacia la puerta. El bus se convertía ahora más que nunca en una rancia lata de conservas.

En el Paseo de los Héroes, frente al Palacio de Justicia los responsables del mitin cuecen algo. A ritmo de salsa y reggaetón ‘calientan’ al público para el plato de fondo: el último mensaje de su candidato. Todo indica una gran fiesta: globos, pancartas, banderas, papel picado y hasta rostros pintados se debaten entre rojos y blancos.

Pronto el animador del mitin dirige las vivas y barras a su candidato que ya se acerca, y la ovación se hace más intensa, entusiasta, casi desenfrenada. Chicharras y bombos suenan y resuenan al ritmo de barra; empiezan a lanzar algunos petardos. Un nuevo aviso desata el delirio de los reunidos: ¡Ya esta aquiiiií…! Se sueltan globos de gas y papelería de colores nacionales sin que la masa deje de arengar a su líder.

–Permiso, insisto y obtengo la misma respuesta de antes. Vuelvo a responder: “Bajo ahora” y entre empujones, codazos disimulados y requintadas mentales logro avanzar hasta la puerta de bajada, y ya cantaba victoria hasta que veo en el estribo y escaleras cerca de seis personas, casi atrincheradas y con la actitud de no ceder ni un centímetro me miran y no disimulan su molestia.

– Bajo, ordeno al conductor que se alegra. Un chasquido acciona la puerta que intenta abrirse empujando a la gente apoltronada. Estas se mueven y en medio de rostros de aburrimiento y casi sofocación la puerta, ahora abierta, deja entrar un aire más fresco que alivia en algo los rostros abochornados.

El candidato hace su aparición por la izquierda del estrado. La ovación es ciega y todas las almas reunidas le gritan ¡Presidente!, y él les cree. De pie en su camioneta agita ambos brazos acompañado de su sonrisa criolla, los vítores no se detienen. Sube al estrado y saluda a la multitud, gesticula y se pasea, orondo como un pavo real. Pareciera que con la diestra pide silencio y con la siniestra anima las aclamaciones.

El animador no deja de repetir su nombre como corillo, y la multitud cautiva ya está entregada y espera, ahora con ansias y delirio en los ojos, el conocido, pero eficaz discurso. Sin dejar de ovacionar esperan y las palabras se hacen esperar; pausadamente el candidato mira distraídamente a la masa. Se hace un silencio. Las luces aumentan su intensidad apenas el candidato empieza a hablar.

Bajo del bus y al calor y hacinamiento insoportables les sucede una bulla infernal. Camino en dirección al Paseo de los Héroes tres policías apenas pueden controlar el tránsito en la intersección con la avenida 28 de Julio. Hay reclamos y hasta insultos. Claxon impertinentes y nerviosos se confunden creando más aturdimiento. Hay quienes han apagado sus motores, molestos y resignados a esperar el desatollo.

Una combi repleta de gente contradice la atmósfera: felices, sonrientes jóvenes aclaman a su candidato, el conductor toca alegremente su bocina. Frente a ellos y a pie, ataviados de binchas y banderolas, hay un grupo de simpatizantes contrario. Se enfrentan a punta de vivas y barras anunciando a sus candidatos como Presidente, deteniendo el tránsito por unos minutos.

–¡En mi gobierno disminuiremos el desempleo y habrá sueldos más justos! promete el candidato y todos le creen porque aplauden, los vianderos lo miran perplejos, casi no ofrecen sus productos; la mayoría lo escucha y responde, como los simpatizantes del líder, a las proclamas del animador, mientras el candidato pasa su mano izquierda por su cabellera acomodándola, quizá pensando en su próxima promesa.

Camino por la avenida Wilson como en un hormiguero, las veredas están tan llenas como las pistas; en Paseo Colón hay un candidato con poca gente: es una ramita represando un poderoso caudal de autos.

–Bajaré los sueldos del Presidente, Ministros, Congresistas y Alcaldes el mismo 28 de julio, dice, y ya la masa no puede con el delirio. Se desborda y se adelanta a las arengas del ‘ayayero’ oficial.

Llego a mi destino y mi vista es abarcada por gente reunida en el mitin. Siguen el show musical que el candidato ha puesto de moda entre los jóvenes con poco gusto, pero con gran efectividad.

–Mi deber con Ustedes, gran pueblo que me sigue, es el de gobernar para todos.

Procuro buscar un buen lugar, la música finaliza y anuncian la gran llegada del candidato, mientras tanto voy pensando en el terrible tráfico ocasionado y las pérdidas que ello ocasiona, si es posible que la democracia permita el derecho de unos a costa de la de otros. Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando escucho el grito del animador refiriéndose al candidato : ¡Ya esta aquiiiií…!

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