lunes, 4 de diciembre de 2006

LUCES Y FIGURAS EN CHORRILLOS

Martha estaba en Chorrillos, paseando algo distraída luego de tantos problemas y creyó que era conveniente salir con alguien y llamó a su amigo de siempre, aquel con el que solía pasear cuando estaban en el colegio. Marcó su numero con escepticismo. Tuvo suerte que él mismo le contestara la llamada. Quedaron en encontrarse a las seis de la tarde donde siempre: en la bajada de baños de Agua Dulce.

Se encontraron a la hora exacta. Las luces color ámbar de los faroles en la bajada Agua Dulce anticipaban toda el brillo y fastuosidad del remozado malecón. No se equivocó Martha en elegir el lugar. La diagonal de este puente aguzaron sus sentidos, y su belleza casi los distrae de todo el panorama que el puente les ofrecía: a sus derechas, tienen a dos pareja de amantes, a sus izquierdas tres delfines saltan sobre las olas, el terminal pesquero y el imponente morro solar, que ya había encendido su cruz.

Ella, sentada en una especie de altar, espera la palabra de su amado, y él tiene el verbo a punto de ser pronunciado; cogidos de la mano y mirándose a los ojos tienen a la luna de cómplice sobre sus cabezas. Más allá, otros dos amantes están en un abrazo grácil y áureo, parecieran retenidas sus respiraciones y próximo el beso. El chasquido se hace perceptible y veinte chorros de agua forman un pilar cristalino e iluminado. Dos puentes bellamente iluminados y tres delfines saltan sobre las olas. Bienvenidos al Complejo Turístico “Agua Dulce”.

No hace tanto frío… Esa luz cae tan fuerte sobre las espaldas de esa figuras que pareciera que las sostienen, no soy una experta en hacer crítica, pero insisto que esa luz es su pilar, Dijo Martha mientras encendía su primer cigarrillo, a la vez que miraba a su compañero esperando quizás una aprobación.

En ese momento una pareja de recién casados se estacionaba frente a la laguna artificial y sellaba su beso con un abrazo, ellos señalaron a los amantes de piedra y se aproximaron. “se parecen tanto a nosotros” escucharon suspirar a la novia entrecortadamente, y para Martha fue ‘lindo’ el comentario.

“Esa es la cuarta pareja que ha venido hasta ahora aquí, hoy” les dijo una anciana que vende golosinas y cigarrillos, cuando él compraba un chicle; preguntó si siempre venían recién casados. La vieja medio encorvada y de nariz aguileña respondió que sí. Martha mostró un brillo soñador en los ojos y le preguntó a su compañero si podían quedarse hasta que ya no vinieran más novios. Él asintió con una sonrisa. Le preguntó a la amable anciana si era seguro el malecón. Ella respondió nuevamente de manera afirmativa y agregó: “Acá es mucho más seguro que en Barranco, aquí siempre hay tres serenazgos”.

Ambos pronto fueron testigos de que la Alameda de Agua Dulce era un punto de parada de todos aquellos que se han unido a través del matrimonio religioso. Novias que sostienen la cola de su vestido, y novios que abrazan a sus nuevas esposas. Algunos eran cariñosos en extremo y Martha los miraba con mayor fruición, haciendo comentarios a su amigo, riendo por momentos. Quizás enamorados, quizás sólo muy felices.


Corría la noche entre la brisa marina y las luces. Las olas eran una comparsa quieta y cadenciosa que acompañaban la conversación de Martha y su amigo, y la Alameda refulgía como un collar de luces en la Costa Verde, y más parejas de autos se detenían a tomar el fresco, otras se acercaban a esa cabañitas que ofrecían anticuchos, ‘pancita’, ‘rachi’ cerveza, sangría y buena sazón, instigados por tres jóvenes ‘jaladores’ que se acercaban a todos los transeúntes y autos.

Era hora de irse y ellos cruzaron el puente iluminado que se asemejaba a un vagón suspendido, mirando detenidamente todas la formas y autos que cruzaban. Recién ahí, se dieron cuenta que un enorme CHORRILLOS de concreto se asemejaba al que da la bienvenida a los soñadores que buscan fortuna en Hollywood.

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